La ciencia ficción es un universo que siempre está en marcha y nunca deja de innovarse. Yo recomiendo seguir este sitio web, en donde podrás encontrar todo tipo de noticias relacionadas, siempre y cuando hayas acabado con todos los artículos que haya publicados en Palabristas.
Es cierto que, a este nivel de producción, el futuro puede llegar a dar algo de miedo. Hace no demasiado, varias de las personalidades más reconocibles de investigación tecnológica del mundo como Elon Musk, publicaron un escrito en el que advertían del parón inmediato en el desarrollo de las Inteligencias Artificiales hasta que se aclare cómo van a afectar éstas al ser humano.
Quién sabe cómo acabará afectándonos la inteligencia de las máquinas, pero desde luego podemos imaginar como lo harán. Existen ficciones que tratan este tema desde hace mucho tiempo, como puede ser la mítica película de Arnold Schwarzenegger, “The Terminator”, de 1984, hace casi cuarenta años.
No fue la primera vez que pasó esto y, desde luego, no será la última. Si nos vamos todavía más atrás en el tiempo, podemos ver con más perspectiva hasta dónde pueden llegar a adivinar el futuro los escritores y uno de los ejemplos más laureados de todos los tiempos es Julio Verne.
No cabe duda de que Julio Verne es uno de los grandes de la historia de la literatura que durante el siglo XIX ya incluía investigaciones más que apropiadas, inventos que tenían mucho sentido y datos científicos alucinantes.
Muchos le han bautizado como el creador del “steampunk” una estética muy de moda hoy en día que tiene mucho que ver con la época de la revolución industrial. Verne creó vehículos y máquinas que más adelante se llevarían a cabo y dotó su universo de un color, una cultura y una estética que se terminó transformando en todo un movimiento. Echa un vistazo a los inventos que el autor francés predijo en su día:
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El helicóptero
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El submarino
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La llegada del hombre a la Luna
Uno de los grandes sueños de la humanidad durante la gran parte de su historia siempre ha sido poder volar. Grandes mentes pensantes del pasado, como Leonardo da Vinci, ya se estrujaron los sesos y diseñaron proyectos con ánimo de crear un artefacto capaz de hacer volar al hombre. Sin embargo, hasta el último tramo del siglo XIX no llegó el helicóptero que se acabaría convirtiendo a lo que conocemos hoy en día.
Fue por aquel entonces cuando el novelista francés dio un golpe sobre la mesa y mostró al mundo una de sus propuestas más innovadoras y, a la vez, realistas. “Robur el Conquistador” se publicó en 1886 y el personaje principal se las ingeniaba para acabar construyendo un avión de cartón prensado, de forma que tuviese a la vez una resistencia férrea y fuera ligero como una pluma.
Este aparato conseguía alzar el vuelo mediante unos elementos muy similares a las aspas de un helicóptero. Además de estos, también contaba con aderezos en la parte delantera y en la trasera. A decir verdad, Julio Verne echó mano de la información ya existente sobre helicópteros y decidió echarle imaginación para descubrir su funcionamiento. Algo bastante moderno para la época fue que, en lugar de usar carbón a modo de combustible, su helicóptero de cartón prensado utilizaba baterías eléctricas para poner en marcha el vehículo aéreo.
Probablemente, una de las novelas más famosas de Julio Verne es “Veinte mil leguas de viaje submarino”, donde un grupo de viajeros acaba siendo rescatado tras ser arrojados al mar, por un famoso capitán de un submarino llamado Nemo.
Esta historia destaca por la naturaleza oscura y extraña tanto del capitán como de aquel misterioso transporte marino. Muchos relacionan rápidamente la característica del barco que puede navegar las profundidades y el extraño capitán con la leyenda de Davy Jones y su Holandés Errante. La inteligencia de Nemo es tan aguda como para haber creado el Nautilus, algo totalmente inverosímil para el resto de personajes, así como para los lectores de aquel entonces.
No obstante, cabe destacar que ya existían proyectos de submarinos y muchos científicos tenían proyectos lanzados antes de que Verne publicase la obra. Existían también otro tipo de artefactos tripulables que se podían sumergir en el agua. Dicho esto, es posible que los lujos y las excentricidades que se podían encontrar en el interior del buque de Nemo sobrepasasen las expectativas de cualquier científico.
Por último (por lo menos de esta lista), hablaremos sobre una de las novelas más intrépidas de Verne; “De la Tierra a la Luna”, donde el genio francés nos relata un viaje hasta nuestro orbitante vecino. El proceso para ello era similar al de un cohete, aunque recibió críticas por parte de los científicos de la época.
Se trataba de disparar una nave o, mejor dicho, bala, a través de un colosal cañón. Esta idea parecía algo disparatada, pero encajó muy bien entre el público, tan bien que animó a un tal Georges Méliès a crear la que fue probablemente la primera película de ciencia ficción de la historia, con grandes efectos especiales, a comienzos del siglo XX.
A esta novela le siguió Alrededor de la Luna, que iba un paso más allá y narraba las aventuras de los viajeros una vez en el satélite. Sin lugar a dudas, la creatividad de Verne le acercaba casi tanto a la profesión de científico o inventor como a la de escritor.